jueves, 25 de junio de 2015

Blablacar.

Esta noche vuelvo a recoger a uno. Hace ya dos semanas desde la última vez que llevé de viaje a alguien y volvía a sentir ganas de dar un paseo.
El otro día me metí en blablacar y encontré al compañero de viaje que quería: Un chaval joven con pinta de tímido detrás de sus gafas de pasta y unos buenos labios carnosos. Ojalá en esas fotos de perfil se les vieran también las manos. ¡Dios! Cómo me ponen unas manos grandes y fuertes.

Le cité a las doce de la noche en una calle del centro.
Voy a llegar tarde. Siempre procuro llegar un poco tarde por hacerles sufrir. Me gusta entretenerme acicalándome como si fuese una cita. Me extiendo la crema hidratante por mi piel para tenerla suave e hidratada después de ducharme. Lo hago mirándome al espejo del baño mientras ignoro que suena el móvil. Es él, ya ha llegado y tiene miedo de que no acuda. Eso me gusta. Se siente vulnerable esperándome solo en la calle.

Peino con un poco de gomina mi pelo corto teñido de rubio. Me pinto los labios de rojo mientras pienso en los suyos.  Miro dentro del armario decidiendo qué ponerme. Me encantaría llevar mi cazadora de raso acolchada, me siento como un piloto de carreras con ella, pero hace demasiado calor. Será mejor que me ponga un vestido de tirantes y me ate las sandalias de tacón a los tobillos, no quiero hacerle sufrir más.

Llego media hora tarde al sitio que le indiqué. Le veo cómo ya empieza a darse media vuelta arrastrando con cansancio su maleta de ruedas de vuelta a casa, decepcionado. Toco el claxon y doy las largas para que se fije en mi coche. Se gira asustado, para tranquilizarlo bajo mi ventanilla y saco la cabeza para saludarle. Se queda paralizado como un cervatillo mirando unos faros. Es muy guapo, me gusta como le queda la barba recortada. Le indico que meta su equipaje en el maletero abriéndoselo sin salir de mi coche.

Me invento cualquier excusa tonta para que me disculpe por llegar tarde cuando ya se ha sentado en su asiento y se abrocha el cinturón. Le ofrezco mi mano para que la estreche. Eso también es un truco para poder fijarme en sus manos, lo hago a menudo. Las tiene grandes y fuertes pero sin durezas.
Me mira, sé que me mira y que no me quita los ojos de encima. Yo procuro subirme la parte de abajo del vestido cada vez que voy a cambiar de marcha para que se fije más en mis muslos.

Le saco conversación de cualquier tipo para que se vaya sintiendo cómodo. Procuro bromear con él para tener una excusa a la hora de poner mi mano sobre su rodilla o darle una palmada en el brazo. Tenemos casi dos horas de viaje por delante en plena noche así que no tengo que darme prisa con él. No tarda en tomar la iniciativa y me pregunta por los tatuajes que llevo en los brazos. Le enseño también los que llevo en los muslos, apartándome la tela del vestido y veo cómo se pone cada vez más rojo hasta que se quita las gafas para limpiársela con el faldón de la camisa.

Subo las ventanillas con la excusa de que me empieza a molestar el aire de la carretera. Ahora comienza a hacer calor dentro del coche. Se extraña cuando le digo que puede desabrocharse la camisa si tiene calor. Se desabrocha tan solo un par de botones y me fijo en cómo unas gotas de sudor caen por su pecho bien formado. Le pido que me acerque una botella de agua que hay en el asiento de detrás. La botella de litro y medio está casi congelada cuando bebo a morro de ella y dejo que se escape un poco de agua de mi boca para que me moje el escote del vestido. Le paso la botella y también bebe un poco. Un poco de mi carmín se ha quedado en el cuello de la botella y ha manchado sus labios. Acerco mi dedo pulgar y se lo paso por su boca. Apunto estoy de metérselo entero. No puedo aguantar mucho más así, aprieto mis muslos uno contra el otro para calmarme. Le vuelvo a pedir la botella y esta vez me tiro casi toda el agua por la boca y el pecho mientras él me mira con los ojos abiertos como platos.

Hundo el pie en el acelerador y la aguja del cuentakilómetros señala que vamos a más de ciento veinte por hora. Adelanto los pocos coches que hay en la carretera a estas horas de la noche apretando con fuerza las dos manos sobre el volante.
Le miro, está preocupado. Me pide que afloje un poco.
Me pongo muy seria y le digo que como no se saque la polla ahora mismo me estrello contra el primer coche que vea.

Me dice que si estoy loca, que si hablo en serio, que si quiero que nos matemos, bla, bla, bla… Suelto una mano del volante y la pongo encima de su paquete.

Lo agarro con fuerza por encima de la tela de pantalón y le vuelvo a repetir con voz tranquila pero firme que no aguanto más metida en este coche sin ver como se agarra la polla con esas manos suyas. Noto cómo el bulto crece en la palma de mi mano y ahora en lugar de agarrar con fuerza me limito a acariciarlo.
Le repito que si se la saca me portaré bien al volante y no nos pasará nada. Por lo que noto él también tiene ganas de agradarme. Retiro mi mano y no tarda en soltarse el cinturón del pantalón y desabrocharse los botones de la bragueta. Me pide que me fije en la carretera y le respondo que cuanto más tarde en sacársela más tardaré yo en mirar hacia delante.

Me obedece. Me encanta que lo hagan. Veo cómo su polla sale disparada del calzoncillo. El muy cabrón se estaba empalmando mientras se preocupaba de que no tuviéramos un accidente.
Le digo que se la agarre con fuerza y se pajee para mí. Cuando veo que comienza a hacerlo, decelero tal y como le había prometido y me coloco en el carril de la derecha.
Le indico con qué cadencia debe masturbarse y cómo su mano debe recorrer toda su polla mientras que con la otra quiero ver como se acaricia los huevos. Él solo asiente nervioso, sabe que debe hacer todo lo que le pido o podría dar un volantazo en cualquier momento.
No paro de decirle guarradas y hablarle de cómo sé que había estado mirando mi cuerpo desde que se sentó a mi lado. Le obligo a que confiese que quiere lamerme los muslos mientras se pajea.
Cuando veo que se toca con más frenesí del permitido, le ordeno que pare durante unos segundos y coloque sus manos sobre los muslos para calmarse. No quiero que se corra antes de que yo se lo indique. Escucho el chapoteo de su prepucio por culpa del líquido preseminal y le pido que se pase el pulgar por el glande para recogerlo y que me lo ponga en los labios. Tiene un sabor fuerte y un poco amargo. Me gusta cómo sabe mi compañero de viaje.
Le hago saber que puede alargar su brazo izquierdo para tocarme los pechos. Quiero que me ponga los pezones duros acariciándolos por encima del vestido con sus manos. Le digo que me meta los dedos en la boca. Me pasa los dedos índice y corazón por los labios y saco enseguida la lengua para lamérselos. Dios, adoro lamerle los dedos. Me pone tres dentro de la boca y comienzo a mover la cabeza como si me estuviera comiendo su polla. Precisamente ahora mismo la tiene durísima y le ordeno que deje de tocársela durante un rato.

Me deja la boca llena de babas justo cuando en la salida de una rotonda nos encontramos un control de la Guardia Civil. ¡Me cago en su puta madre!
Nos da el alto, indicándome el agente con su espada láser, que me eche al arcén.

Él me saca la mano de la boca muy asustado y comienza a abrocharse la bragueta. Le digo que como se guarde la polla arraso con el coche patrulla y nos damos a la fuga.
Saco un fular de mi bolso y se lo pongo en el regazo aunque a duras penas eso le disimula la erección. Le dejo claro que si intenta decirles algo a los policías me pongo a gritar que es un pervertido que me ha estado enseñando los genitales durante todo el trayecto y casi nos matamos por su culpa.

Detengo el coche, bajo la ventanilla y el guardia, después de saludarme y hacerme apagar el motor, me pide la documentación. Se marcha a su coche para comprobarlo todo por radio. Mientras tanto su compañero nos apunta con una linterna y me informa de que va a realizarme un control de alcoholemia. Me da la boquilla de plástico y me pide que yo misma la desenvuelva y la coloque dentro de su aparato. Procuro no reírme pero aún tengo la suficiente mala leche para mirar de reojo el fular que lleva en el regazo mi compañero de viaje y sonreírle con picardía. Saco un poco la cabeza por la ventanilla y soplo con fuerza y sin detenerme tal y cómo me pide el agente. Por supuesto doy negativo y en seguida vuelve el primer guardia con mi documentación diciendo que nos marchemos ya y que conduzca con cuidado. 

Me río a carcajadas para liberar tensión cuando reemprendemos el camino y le digo al chico que ya puede devolverme el fular. Se sorprende de que aún tenga ganas de marcha pero no puede hacer otra cosa más que seguirme el juego.

Su polla no tarda en ponerse erecta y me escupo en la mano para que se beba mi saliva como si fuera un perrito bueno. Le llego a envidiar al ver cómo se alivia a gusto mientras yo aún no he podido ni tocarme. Le cojo su mano izquierda y me vuelvo a tragar sus dedos. Los llego incluso a morder. Le hago saber que como abra la boca para quejarse ya sabe lo que le espera.

Apretar mis muslos chorreantes mientras le chupo la mano es una tortura deliciosa pero ya estamos llegando a destino y no creo que el pobre aguante mucho más tiempo. Le ordeno que se corra ya mismo, que se imagine echándome toda su leche sobre mis tetas. Un chorro blanco sale disparado de su polla salpicando el parabrisas. Jadea, se retuerce, cierra los ojos. Le acerco de nuevo el fular para que se limpie.
Cuando termina le cojo el pañuelo arrugado de entre sus manos y me lo acerco a la cara. Todo huele a él. Me dejará su olor una vez se haya marchado y me acompañará durante un buen rato.

El resto del viaje lo hacemos en silencio. Me da tiempo a fumarme un cigarro hasta que llegamos a la casa de unos amigos donde va a pasar sus vacaciones. Cuando va a despedirse de mí le como la boca y le pongo sus manos en mis pechos. Quiero que me sobe y se morree conmigo antes de que no le vuelva a ver en la vida.

Aparco el coche enfrente de un vado para poder masturbarme a placer poniéndome el fular empapado en semen delante de la cara. Lo inhalo con fuerza mientras mi mano se mete dentro de mis bragas inundadas. No paro de imaginarme sus manos sobando mis muslos, mi culo, apretando mis pechos… Sus dedos oliendo a polla dentro de mi boca, salivándolos. Me corro gritando en mitad de la noche con la cabeza apoyada contra el volante. Me tiemblan las piernas. Me relajo. Consigo incorporarme en el asiento pasados unos minutos.
Me enciendo un cigarro y veo pasar a un hombre andando por la acera.
¡Eh! ¿Vas muy lejos? ¿Quieres que te lleve?

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