sábado, 31 de diciembre de 2011

El verano de Marta.

Marta solía pasar los veranos en casa de sus tíos, en un pueblo de la costa catalana.
A sus diecinueve años empezó a ir sola por las mañanas a una cala escondida. Allí se desnudaba por completo para que el agua salada lamiese su cuerpo generoso de formas voluptuosas.
El sol se encargaba de calentar su piel dándole así un delicioso color canela cuando se tumbaba sobre la toalla después del primer baño de la mañana.
Las gotas resbalaban por sus pechos, su vientre y sus muslos. Ella permanecía inmóvil, tendida boca arriba en su toalla, con los ojos cerrados. Sólo el gusto salado en sus labios hacía que se relamiera instintivamente.

En las ocasiones en las que observaba la cala especialmente tranquila y deshabitada, se dejaba llevar por el calor que el sol regalaba sobre su cuerpo y se acariciaba el sexo tranquilamente, paladeando durante un largo rato el placer hasta llegar al éxtasis.
Alguna vez llegó a sentir la presencia de alguien que podía estar espiándola a lo lejos en esa cala, pero eso no la avergonzaba, de hecho la excitaba más y hacía que quisiera darle a su posible voyeur un mejor espectáculo con el que regalarse la vista. Después acostumbraba a descansar unos minutos dejando que sus músculos se relajasen, para acabar tomando un último baño antes de volver a casa de sus tíos para comer.

Las tardes solía pasarlas en la piscina municipal, charlando con sus amigas. Tumbadas en el césped se confesaban las unas a las otras lo mucho que les gustaba tal o cual chico o bien el último encontronazo sexual en las fiestas del pueblo de al lado. Allí Marta tampoco se amedrentaba y si veía que algún chico que se fijara en ella, esta descaradamente le devolvía la mirada fijamente hasta que la apartaba. A Marta le gustaba coquetear, pero normalmente era más decidida que los chicos de su edad y no le gustaba perder el tiempo con nadie. Si le apetecía hacer algo con alguien, lo hacía, no le gustaba quedarse esperando a que la otra persona diese el paso decisivo.

Las noches entre semana eran normalmente más aburridas. Al terminar la cena y después que sus tíos se fuesen a la cama, Marta se quedaba en el salón jugando a cartas o viendo una película con sus dos primos mayores. Tanto Miguel de veintiún años como Rafael (Rafa) de treinta, tenían un físico parecido. Los dos eran altos, de complexión fuerte, aunque Miguel algo más delgado. Un buen par de morenazos como solía llamarles Marta en tono alegre y cariñoso.

Aquella noche en concreto, los tres estaban viendo una película en la tele. Marta estaba tumbada en el sofá, con los pies encima del regazo de Miguel que se encontraba sentado con los suyos apoyados en la mesa del salón. Rafa por su parte estaba estirado en la butaca que quedaba por delante del sofá, de espaldas a ellos.

Llevaban ya un rato viendo la película cuando Marta se dio cuenta que su primo estaba acariciándole los pies. Eso le gustaba, resultaba de lo más relajante, ella por su parte no sólo se dejaba hacer si no que además le acariciaba con las plantas el abdomen desnudo a Miguel, pero lo hacía de una forma fingidamente distraída sin apartar la vista de la tele. 

Las caricias parecían cada vez menos inocentes, sobretodo cuando Marta se percató del bulto que sobresalía del pantalón corto de Miguel. Eso hizo que ella quisiera jugar con fuego.
Poco a poco fue escurriendo los pies hacia la zona caliente. Cada milímetro que sus pies se desplazaban en esa dirección se ponía un poco más nerviosa y excitada haciendo que notase un calor que subía por sus muslos.
Llegó a un punto en que el dedo meñique de su pie derecho rozaba el pene erecto de su primo. Se quedó quieta durante unos segundos contrayendo los muslos con fuerza temiendo que fuera a manchar el sofá con su flujo. Miró fijamente a Miguel que tenía las mejillas sonrojadas de la vergüenza que estaba pasando.

No contenta con ello acercó más el pie y comenzó a frotarle el paquete con cuidado. Sus dedos notaban un pene que ya estaba bien duro. El pie izquierdo se dedicó a intentar meterse con cuidado y despacito entre el elástico del pantalón y la piel de Miguel. Marta no pudo refrenar más sus impulsos y justo en el momento que su primo la miró, esta tenía las manos entre los muslos palpándose un calor que iba a abrasarla de un momento a otro.

Con los ojos abiertos como platos ante ese espectáculo de procacidad, Miguel no quiso ser menos arriesgado, aún sabiendo que su hermano Rafa podría pillarlos si se daba la vuelta, así que no se lo pensó dos veces y agarrando los pies de su prima, comenzó a frotárselos contra su miembro.

Marta miraba instintivamente el respaldo de la butaca donde se sentaba su primo mayor para comprobar que todo seguía tranquilo a la par que miraba a los ojos a Miguel, lo hacía muriéndose de gusto y mordiéndose el labio inferior. 
Ella tenía una mano dentro de su short y la otra dentro de su camiseta, acariciándose un pecho libre de sujetador.
Mientras frotaba sus pies ahora ya descaradamente contra el paquete de Miguel, este podía ver como a ratos su prima sacaba su mano de entre sus muslos y se chupaba los dedos sin quitarle los ojos de encima. Miguel no pudo reprimirse más y por mucho miedo que pudiese sentir en ese momento, se sacó la polla y la atrapó con los pies de Marta para masturbarse con ellos. Sus pies podían acariciar ahora perfectamente la suave y tersa piel de su pene duro y caliente. Miguel quería todavía más y escupió lentamente sobre los dedos de los pies de Marta. Las uñas pintadas con esmalte negro tenían ahora un brillo especial gracias a la saliva de su primo que se concentraba en que su polla resbalase lo mejor posible al envolverla entre sus pies.

Tan excitados como estaba tuvieron que parar de repente cuando oyeron el crujir de la butaca al levantarse Rafa.
Gracias a que este se desperezó con un sonoro bostezo antes de darse la vuelta, los dos tuvieron el tiempo justo de recolocarse y disimular cuando el hermano mayor les dijo si les había gustado la película. Asintieron los dos desde el sofá, nerviosos, algo asustados todavía y sin levantar la vista.

Rafa apagó la tele y se dirigió a su cuarto instándoles a que hicieran lo mismo. De inmediato, Marta se levantó con una sonrisa en los labios y le dio un beso de buenas noches a su primo Miguel que se había colocado un cojín en el regazo. Le susurró al oído que era una pena no poder terminarlo y que se iba a dormir.

Una vez en su cama, a oscuras, Marta se lamentaba de no haber podido culminar todo aquello, ahora tenía la oportunidad de frotarse a solas en la comodidad de su habitación, pero eso le sabía a poco por muy excitada que estuviera y por mucho que se le saliera el corazón por la boca al recordar lo que había pasado.

Comenzó a dar vueltas en la cama con las sábanas pegadas al cuerpo por el calor. Se mordió los labios y miró al techo aún encontrándose a oscuras y después de unos minutos planteándose qué hacer, se armó de valor y se levantó de la cama para salir de su habitación intentando hacer el menor ruido posible para no estropear el silencio de aquella noche de verano.

Fue caminando casi de puntillas imitando los movimientos felinos de una espía que no quería ser descubierta por nadie, hasta llegar a la puerta de la habitación de su primo. En ese instante la cabeza estaba a punto de estallarle y no paraba de repetirse a si misma que aquello era una locura sin sentido, pero sabía mejor que nadie que se arrepentiría a la mañana siguiente si no lo hacía.
Su boca estaba seca por el miedo y temía que con aquella quietud se pudiese oír el sonido de su corazón rebotando contra su pecho. No vaciló más y giró el pomo de la puerta con decisión y la abrió de golpe para evitar el crujir de la madera.

Al entrar en la habitación de Miguel, se dio cuenta de la quietud que reinaba. Este dormía boca arriba, tranquilo y despreocupado. Ella avanzó poco a poco hasta quedarse a los pies de su cama. Podía oírle respirar tranquilo con los párpados suavemente cerrados. Marta lo encontró más atractivo que nunca tal y como estaba en ese momento. La luz de la luna iluminaba levemente su figura desnuda a excepción de los pantaloncitos cortos que había llevado puestos antes en el salón, sin nada debajo.

Ella se inclinó poco a poco sobre la cama de su primo y se encogió hasta que su cara quedó a un palmo de la entrepierna de Miguel. Procuraba no emitir ningún tipo de sonido ya que no quería despertarlo. El calor y la humedad volvían para martirizarla y no tuvo más remedio que alargar la mano para acariciar la entrepierna de su primo. Poco a poco, el pene cubierto por la tela comenzó a despertarse  a espaldas de su dueño y Marta pudo ahora agarrarlo con firmeza tal y como hubiese querido hacerlo en el sofá. Con cuidado hincó sus rodillas en colchón para tener más cerca su objeto de deseo y así bajarle el pantalón con las dos manos.

De nuevo el miembro hinchado se descubrió para ella y no pudo refrenar las ganas de llevárselo a la boca, despacio, temiendo el momento en que Miguel pudiera despertar de su sueño. Notaba el sabor amargo del esperma en la punta debido seguramente al líquido preseminal expulsado durante el jueguecito que tuvieron antes.
No podía asegurar si era la polla más grande que había tenido delante, pero sin duda era de un tamaño perfecto.

Marta comenzó a descubrir el prepucio para poder chuparlo suavemente, después su boca se tragó el miembro hasta donde pudo y subió de nuevo hasta sacarlo de su boca.
La luz que se colaba por la ventana hacía brillar la saliva que le había dejado en el pene a Miguel y eso la excitó todavía más.
Siguió chapándola con devoción mientras se metía los dedos por dentro de las bragas prácticamente empapadas, hasta que sucedió lo inevitable. Con un movimiento brusco, Miguel se despertó confundido, encontrándose a la que hace unas horas fue su mayor tentación, ahora dándole una sorpresa inesperada y de lo más placentera en su propia cama.
Marta se quedó petrificada de golpe mirando directamente a los ojos de su primo, con una mano agarrando su polla y con la otra dentro de sus bragas. Se había quedado tan absorta de todo que no supo como reaccionar en ese momento.

Ella empezó a notar que le ardía la cara por el miedo al haber sido descubierta. Le tembló suavemente la mano y pasado el shock inicial sonrió e inmediatamente se puso una mano en la boca para no ponerse a reír. Miguel, por muy tímido que fuese no quiso estropear aquella experiencia y agarro el pelo de Marta para guiarla de nuevo hasta su falo. Ella servicial continuó chupándolo ahora sin miedo a resultar demasiado impetuosa. Ya no tenía que andar con cuidado, podía disfrutar del cuerpo de su primo como quisiera, y lo demostraba acariciándole el pecho, pellizcándole los pezones y llenándose la boca ya no sólo de su pene si no también los testículos, incluso se permitió pasar la lengua por el perineo sabiendo lo mucho que podía excitarle. Se arrodilló encima de la cara de Miguel, dándole a entender que era ella ahora la que quería una boca recorriendo su sexo.

Su primo lo entendió a la primera y sus labios se quemaron al contacto con el coño de su prima. Su olor, su sabor y su textura se hicieron con la boca de este, lo atraparon y Miguel no podía hacer más que hundir su cara todavía más adentro de ella para meterle la lengua y recorrerla por dentro tal y como deseaban los dos.
Marta, se mordía el dedo índice de su mano para no gritar, lo apretaba con fuerza marcando sus dientes en él. Con la otra mano agarraba con fuerza el pelo de su primo y lo asfixiaba contra su pubis para que no se le ocurriera apartarse de ella en ese momento. Se llegó a sorprender de lo bien que le llegaba a comer el coño su propio primo ya que pensaba que aún siendo mayor que ella su experiencia era mucho más corta.
El orgasmo no tardó en reventar la cavidad de Marta bombardeándola desde dentro con espasmos y sacudidas, sin duda hacerlo de esa manera tan clandestina y sin planificar era tan fuerte que no le sorprendió que llegase tan pronto. Pero ese no sería el único plato que se tomaría aquella noche.

Dejó que Miguel volviese a respirar a gusto descabalgándose de la cara de este y  se colocó encima de su polla todavía bien dura y viscosa por la saliva que le había dejado. Se inclinó hasta su oído y le susurro que no tenía de qué preocuparse, porque ella tomaba la píldora desde hacía un año.  De nuevo Marta estuvo a punto de hacer retumbar las paredes con una sonora carcajada al ver la cara de sorpresa de Miguel, pero supo controlarse y con un preciso movimiento agarró por detrás la polla de su primo y se la introdujo poco a poco hasta quedarse suspendida con medio miembro dentro. Se quedó con los ojos cerrados y la boca abierta unos segundos y automáticamente fue bajando despacio para acabar de introducírsela del todo.

Las caderas se contoneaban follándoselo despacio. Miguel le agarró el culo con las dos manos y se vino hacia ella para metérsela todavía más a dentro. Marta tenía las manos recogiéndose el pelo trotando despacio. Ella se lamía el sudor de su propio brazo con la lengua fuera. Ante esa visión, Miguel no pudo hacer otra cosa que aumentar el ritmo para darle con mayor fuerza y pasión. Cuanto más endurecía su miembro dentro de la vagina de Marta, esta más lo estrangulaba en su interior, se turnaban así en un acto continuo de contracción y dilatación.

Ella se acercó de nuevo al oído de él para susurrarle que volvía a estar a punto de correrse y quería que lo hicieran juntos. Le acercó un pecho a su boca para que lo lamiera su primo. La boca de este succionaba su suave piel, comiendo con voracidad no solo la aureola si no también parte del pecho, girando con fruición la lengua sobre su pezón bien duro. Justo iban a llegar al orgasmo los dos, cuando Marta por miedo a ponerse a chillar por el goce, se tapo la boca  mordiendo el cuello de Miguel que ante tamaña muestra de salvajismo no aguantó más y se vació dentro de ella, haciendo que el calor de su leche la inundara.
No tardaron en llegar de nuevo los espasmos y las contracciones de Marta que temblaba por las palpitaciones del miembro de su primo que todavía seguía dentro, sin deshincharse, firme para complacerla.  Se quedó encima de él ahora ya sin morderle, pasándole la lengua para aliviarle el dolor en esa zona. Tardó unos minutos en volver a respirar sin dificultad, notándose sudada y satisfecha.

Marta volvió a comprobar en sus generosas carnes que si algo le apetecía, debía tomarse la libertad de cogerlo y más cuando eso podía satisfacer tanto a otra persona.
Los dos se besaron amorosamente como dos primos que se han querido desde pequeños.
Más tarde ella se quedó dormida sobre el pecho de Miguel, escuchando como su ritmo cardíaco era cada vez más relajado.

Los primeros rayos de sol dieron a la mañana siguiente los buenos días en la cara a Marta, que se levantó de un salto de la cama al darse cuenta de lo que había pasado. De nuevo se encontró con su primo dormido en su cama, pero esta vez no quería despertarlo. Le dio un beso en los labios y se marchó de su habitación en silencio aprovechando que el resto de la familia todavía estaba durmiendo sin levantar la más mínima sospecha.

Unas horas más tarde, su tía llamó a la puerta de su habitación para avisarla que el desayuno ya estaba listo. Marta llevaba unos minutos despierta sonriendo y recordando lo que había vivido la noche antes.

Entro en la cocina y ahí estaba sentado su primo mayor, Rafa leyendo el periódico mientras se comía una tostada con mantequilla. Su tío estaba exprimiendo zumo de naranja al lado de la tía de Marta que estaba sirviéndose un café.
Se sentó en una silla y enseguida apareció Miguel. Al entrar se miraron con una sonrisa de forma cómplice pero se saludaron con total normalidad. Al sentarse al lado de Marta, Rafael dejó el periódico en la mesa y al mirar a Miguel le dijo: - ¿Qué te ha pasado en el cuello chaval? ¿Te has arañado mientras dormías o qué?- Rió mientras interrogaba a su hermano menor.
Marta se percató entonces del chupetón que le había dejado a su primo en el cuello la noche anterior para poder ahogar sus ganas de gritar por culpa del orgasmo que le había provocado.
- No sé, quizá sea un de esos bichos nocturnos que se cuelan en tu habitación sin que te des cuenta.- Dijo sonriente mientras miraba de reojo a su prima Marta, que se había puesto colorada.

sábado, 30 de julio de 2011

Horas extra.

Las farolas ya encendidas, iluminaban el camino que  seguía descalza Alicia. Con sus finas y carísimas sandalias de tacón en una mano y el pequeño bolso a juego en otra. Su melena rubia todavía algo húmeda estaba desgreñada. Pese a su agotamiento, caminaba erguida y despreocupada, como una modelo de pasarela, vistiendo solamente una minifalda y un top echo con tiras de precinto que apenas tapaba el esbelto cuerpo de la adolescente de 17 años.

Entrecerró sus ojos azules cuando vio acercarse un taxi. Levantó el brazo para que se detuviera y el conductor paró de inmediato.
 Al entrar lo primero que hizo fue tumbarse en el asiento trasero al tiempo que tiraba los zapatos sobre el del copiloto.
El taxista dejó de mirarla por el retrovisor para girarse y verla directamente: Los pies desnudos acariciando la puerta, las largas piernas estiradas una encima de la otra y la espalda descansando sobre la puerta contraria. Vio como rebuscaba algo en su bolso para luego sacar un paquete de tabaco. Sacó un cigarro y lo sostuvo entre sus dedos. -¿Tienes fuego? Le dijo al hombre de unos cuarenta años que no dejaba de comérsela con los ojos. Al final el hombre atendió a su pasajera y le alargó el mechero del coche, esta se inclinó hacia él para prenderlo. Alicia se volvió a incorporar contra la puerta y levantó la cabeza para soltar el humo de su boca.

-Llévame a casa, no tengo dinero para pagarte la carrera pero sí una historia que contarte y algo para la propina.
Dijo con aplomo intimidándolo con la mirada.

Después de las oportunas instrucciones el taxi arrancó. El taxista se aclaró la garganta y consiguió decir al fin: -¿Y que hace una chica de la zona alta por aquí a estas horas y así vestida? 

-Pues resulta que mi padre es el dueño de una empresa de distribución para ferreterías, algo aburrido la verdad. El almacén está aquí cerca. A mi me gusta pasarme por las tardes de vez en cuando después de clase y saludar a los chicos del almacén. La mayoría son jóvenes aunque algo más mayores que yo y están bastante buenos. Se pasan el día haciendo ejercicio, llevando cajas pesadas de aquí para allá… Y a mí me encanta observarlos cuando están sudorosos.

En especial me gusta Toni, un tío de treinta años, moreno, alto, ancho de espaldas y con unos ojos verdes que más de una vez he notado que me follaba con ellos. A veces solemos salir a fumar a la salida de emergencia y charlamos de nuestras cosas. Casi siempre consigo que se sonroje de las barbaridades que le cuento. Me gusta explicarle cuando le caliento la polla a algún niño pijo en la discoteca delante de su novia o cuando me insinúo a un profesor del instituto para conseguir un poco más de nota. Le torturo con estas historias pero sé que disfruta con ellas, lo sé por la tremenda erección que se revela en sus pantalones cuando nos acabamos el cigarro y tiene que volver a entrar en el almacén para seguir trabajando.

Hoy, aún siendo sábado mi padre les ha obligado a venir para hacer inventario tanto a Toni como a dos chicos más. Me sabía tan mal que he querido darles una sorpresa y aparecer por ahí por la tarde con un par de botellas de vodka de importación que le robé a mi padre del minibar. ¡Que se joda! Eso por hacerles trabajar a mis chicos…

Cuando llegué al almacén me encontré con Toni, mi amigo y confidente. Isaak, que es un chico de veintipocos, como siempre con su pelo engominado y su perilla de malote. Y Habib, un magrebí guapísimo con los ojos almendrados, muy alto y con barba.
Me vieron aparecer con mi vestidito de flores, mostrando una buena balconada coronada por un collar de perlas y mis sandalias romanas con sus cintas de cuero enroscándose desde mis tobillos hasta entrecruzarse por mis gemelos.

Se alegraron muchísimo al verme, ya que les había sacado del tedio y la monotonía media hora antes de que llegase el momento de marcharse del trabajo. Les ordené que parasen inmediatamente y que se tomasen un descanso. Ya habían trabajado suficientemente por hoy.

Sacaron unos vasos de plástico del dispensador de agua y una bolsa de hielo de la nevera que tienen los empleados en la cocina.

Estuvimos bebiendo, riendo y fumando en una mesa del almacén. Ellos a mi alrededor y yo subida a la mesa con las piernas cruzadas, buscándole el doble sentido a todo lo que me decían y metiéndome con uno y con otro.

Al rato, todos estábamos algo bebidos y Habib se ausentó para ir al baño, momento que aprovechó Isaak para salir a la calle a llamar por el móvil.
En ese instante, Toni se acercó a mí y un calor insoportable empezó a extenderse por mi pecho hasta explotar en mi cabeza. Supe perfectamente lo que iba a pasar, así que decidí no resistirme y darle a él lo que llevaba tanto tiempo esperando. Me agarró por la nuca y acercó su boca. Conectó perfectamente con la mía ya entre abierta, esperando que su lengua se metiera dentro de mí y me hiciese estallar saboreando su saliva con gusto a vodka. Acto seguido lo rodeé por su cintura con mis piernas y le bajé la cremallera de su mono azul marino. No llevaba camiseta debajo, así que mi mano acariciaba su pecho bien modelado y su fino vello mientras él me devoraba el cuello.

Sus manos por detrás también trabajaban e intentaban librarse de los corchetes del vestido. Acabé de bajármelo yo misma apartándome un poco de Toni, para así mostrarle como me desprendía también del sujetador de encaje que llevaba. Se quedó un rato mirando mis pechos, que sin ser demasiado grandes si que son perfectamente firmes y duros.  Entonces fui yo quien esta vez le agarró por el cuello y le atraje hasta ellos para que los probara. Toni se entregó deseoso a mis tetas agarrándolas con fuerza, haciéndome sentir como su boca chupaba toda mi aureola.

Repasaba su lengua por mis pezones pensándome que se iban a romper de lo duros que se habían puesto, no contento con ello el cabrón los retorcía haciéndome gritar de placer. Ya era demasiado tarde, me había mojado por completo…

Me quité del todo el vestido y abriéndome de piernas totalmente para él, comencé a palparme por encima del tanga mirándolo con deseo. Toqué la yema de mis dedos y estaban cubiertos por mi líquido viscoso. Llevé la mano a la boca de Toni y le metí los dedos. Él entrecerró los ojos y los chupó con delirio. Le ordené que si tanto le había gustado que se llenase la boca de mi sabor.
Me quité el tanga, húmedo y pringoso, hice con él una bola y se lo metí a Toni dentro de los calzoncillos frotando el encaje contra su polla empalmada. Se agachó hacia mi coño y lo abrió con sus dedos gruesos y fuertes.  Su boca no tardó  en llegar y sentí como me penetraba con ella, grande y suave, metiéndose bien adentro, buscando mi placer. Yo apretaba su cabeza entre mis muslos sudorosos y lo agarraba del pelo para que no parase de hundirla y agitarla.

En ese momento, vi como desde la esquina Habib nos miraba con los ojos abiertos como platos, se había bajado la cremallera del mono y su mano meneaba con fuerza una increíble polla circuncidada. Eso me puso cardiaca.

Le guiñé un ojo y le pedí que se acercase haciéndole un gesto con mi mano. El moro trajo hasta mí su cuerpo de armario empotrado de unos dos metros de estatura, todo esto sin dejar de pajearse. Como Toni no sabía que estaba pasando al tener la cara metida en mi coño apresado por mis muslos, comencé a tocar la polla de Habib, muy grande, gruesa, con las venas marcadas. La boca se me hacía agua mientras él me sobaba los pechos y se dejaba pajear por mi mano que recorría su falo. Su capullo al aire libre comenzaba a chispear y yo no podía resistirlo más, tenía que sentir por dentro ese tronco.

Separé las piernas de golpe y Toni se incorporó sorprendido al tiempo que veía como Habib estaba semidesnudo y con su pollón en mi mano. Le pedí con mi mejor carita de niña buena que no se enfadase, que esta tarde quería divertirme con todos y que en agradecimiento por comerme tan bien el coño podría follarme la boca mientras Habib me la metía hasta el fondo. Al principio dudó, pero después de besarlo cambió de opinión y complació mis deseos.

Se desnudaron los dos por completo y poniéndose uno delante y otro detrás se pegaron a mí para que pudiera sentir sus cuerpos calientes y sudados. Olían fuerte después de una dura jornada de trabajo  y sus pollas se apretaban contra mí. Los besé a los dos y me incliné hacia el pubis de Toni. Su miembro sin ser tan grande cómo el de su compañero no tenía nada que envidiar. Por su parte Habib tenía a su disposición mis caderas y noté como me agarraba de ellas, yo separé un poco mis piernas y comencé a lamer a Toni sintiendo cómo su amigo comenzaba a introducírmela  poco a poco.
¡Dios! Qué sensación, he probado bastantes pollas en mi vida, pero la forma en que Habib me reventaba por dentro no lo había sentido jamás. Y no es solo por su increíble tamaño, si no que además el cabrón sabe como usarla. Me agarraba de las caderas con fuerza, como si me fuese a escapar de esa tortura tan placentera. Iba penetrándome con dureza, notando como su capullo chocaba contra el cuello de mi útero. Manteniendo un buen ritmo sin cansarse.
Yo en esas ya tenía el aparato de Toni en la boca así que no podía chillar aunque me hubiese encantado hacerlo. La polla de mi amigo sabía genial, tenía un punto suave y amargo  muy rico y saboreaba su capullo con gusto mientras sentía las embestidas del magrebí. Toni me agarraba de la cabeza y me la metía casi hasta tocar mi campanilla, dispuesto a violarme la boca tal y como le había prometido. No le costaba demasiado, ya que con los empujones del otro por detrás me venía a él de golpe chupando todo su falo por completo apretándolo entre mis labios.

Los tres escuchamos el sonido de la puerta metálica del almacén al cerrarse de golpe y nos acordamos entonces del pobre Isaak, que había vuelto de llamar a su novia por lo que nos dijo, justo antes de dejar una frase a la mitad al reparar en nosotros, desnudos y muy ocupados pasándolo bien. Se quedó parado y sin saber que decir. A punto estuvo de disimular e irse al vestuario para recoger sus cosas para irse, cuando le dije que no se preocupara que también quería que se aprovechase de mí.

Al estar ocupada con esos dos tiarrones le pedí a Isaak que se desnudara y comenzase a lamerme y tocarme por donde más le gustase. El chico me enseñó un cuerpo delgado pero muy fibrado y bronceado, con tatuajes en el hombro y el pecho. Comenzó a masturbarse mientras sobaba mis pechos. Alargué una mano y cogí su pene, no tan grande cómo el de los otros dos pero igual de gustoso y se lo meneé para darle también mi ayuda. Fue entonces cuando me sobrevino un orgasmo increíble que hizo que se me agitase todo mi cuerpo que me hizo chillar con la boca llena. El coño me palpitaba y el flujo se resbalaba por mis muslos temblorosos.

Habib había echo bien su trabajo pero no quería que parasen conmigo ahora. Noté que Toni estaba fuera de si y no quería que se desbordara en mi boca aún, cuando todavía tenía trabajo que hacer. Saqué su polla totalmente embadurnada en saliva, un hilo unía mis labios con su glande y lo chupe, como también sorbí las babas que le había dejado por encima de una forma sonora solo por poner a los tres bien cachondos. Dejé de pajear a Isaak y le pedía Toni que se tumbara boca arriba en el suelo.

Me puse a cabalgarlo a mi gusto, vestida solo con mis sandalias y mi collar de perlas, contoneándome con su verga bien adentro.

Le dije a Habib que tenía sed y que me pasase la botella de vodka que aún nos quedaba. La abrió y la trajo hasta mí. Abrí la boca y el potente alcohol recorrió mis labios y mis pechos. Me tumbé sobre Toni y le dí de beber un poco vaciando mi boca sobre él.
Después me incorporé y le dije a Habib que siguiera vertiéndome un poco más sobre los pechos. Impregnada en alcohol y moviéndome arriba y abajo encima de Toni, no tuve que decirle a Isaak lo que tenía que hacer y el pequeñín comenzó a lamerme el vodka de mi cuerpo. Mientras él se entretenía emborrachándose con mis tetas, yo ya tenía la polla del moro en la cara.

Le comencé a masturbar mientras me metía sus huevos en la boca recorriéndolos con mi lengua. Me los sacaba succionándolos con un sonoro chasquido. No quería dejar de lado a Isaak y menos con lo complaciente que resultaba. Los puse a cada uno a un lado y comencé a masturbarlos a la vez, sin olvidarme de chuparle primero a uno y luego a otro. Era curioso notar una enorme en mi mano que casi me costaba apresarla del todo y otra menos generosa, en la boca también lo notaba: Mientras que una parecía que iba a desencajarme la mandíbula y no pasaba de introducirme ni la mitad, la otra entraba perfectamente y todavía sobraba para abrir la boca y sacar la lengua, apretando mi nariz contra su pelvis afeitada y dejando que mis babas resbalasen por sus testículos.

Me volví a correr, esta vez chillando lo que me daba la gana sintiéndome libre. Con Toni agarrándome fuerte por las nalgas y una polla en cada mano. Mi amigo comenzó a decirme que era una puta, lo repetía sin dejar de poner su polla bien dura para mí. Yo contraía fuertemente los músculos de mi vagina para sentirla mejor. Me volvió a insultar con rabia, cachondo perdido, azotando mis nalgas sonoramente. Eso me puso cachondísima, me hizo sentir sucia, en ese momento hubiese deseado que alguien me grabase para que mi padre pudiese verme después y se diese cuenta de lo guarra que es su “princesita” como a él le gusta llamarme.

De nuevo el orgasmo se apoderó de mí recorriéndome por dentro. Creí que la cabeza me iba a estallar por culpa del calentón y el vodka. Toni no iba a tardar en correrse pero necesitaba torturarlo un poco más. Me levanté y el líquido se escapaba de mi vagina haciéndome sentir no mojada, si no empapada.

A Isaak todavía no me lo había follado y pensé que era una pena desperdiciar una picha tan rica. Pero después de la ensartada que había recibido de esos dos pollones, decidí que quería algo que aún no había probado esa noche.

Coloqué a Toni y a Habib delante de mí. La sola visión de sus cuerpos desnudos, musculados y grandes hacían que mi excitación no dejase de aumentar. Me puse en pompa para  Isaak y le ordené que no fuese remilgado y comenzase a lamerme el culo mientras yo me encargaba de sus amigos. Sin rechistar abrió mis dos nalgas y empezó a dedicarme brochazos con su lengua arriba y abajo, largos y profundos, luego rápidos como un perrito cuando bebe, luego probaba de meter la puntita de la lengua dentro. Yo no dejaba de gemir mientras masturba a los otros dos y comencé a chuparles la polla a la vez, quería tenerlas a la vez en mi boca y no me importaba que se quejasen por que sus glandes se acariciasen dentro de ella.

Para mi sorpresa no hubo ninguna negativa y los dos jadeaban como perros mientras sus pollas compartían el mismo espacio y hasta se rozaban bien lavadas en mi saliva de vodka. Me encantaba.

Le pedí a Isaak que me quitase el collar de perlas que levaba del cuello apartando mi pelo de la nuca para que viese el cierre. Cuando me preguntó donde quería que lo dejase, le dije que no era para guardarlo sino para que lo chupase y lo metiera despacito, perla a perla por mi ano.  De nuevo hizo lo que le pedí y al rato noté como sus dedos empujaban poco a poco las perlas de mar de mi collar, cuando llevaba unas cuantas dentro, volvía a sacármelas poco a poco y luego seguía metiéndome más. El regalo de mi papi por haber aprobado con sobresaliente el curso estaba entrando por mi culito, ayudando a dilatarlo poco a poco, haciéndome gemir con cada perla.

Saqué sus dos pollas de mi boca un momento, me llené la mano con las babas resultantes de tanto chupar y abrí mis piernas. Le dije a Isaak que dejase el collar en cualquier sitio y se incorporara detrás de mí. Busqué la polla de él entre mis piernas y la lubriqué entera poniendo especial atención en su glande. Entonces le dije que comenzase a metérmela por detrás con cuidado. 
Notaba la polla de Isaak entrando poco a poco por mi culo, quemándome por dentro. No dejaba de meterme los dedos por la excitación y Toni y Habib disfrutaban de mi doble felación sin rechistar. Sentía como ya la tenía totalmente dentro de mí y entonces comenzó a sacarla hasta la mitad, me follaba despacito pero la notaba durísima como entraba y salía de mí.

Ahora bien servida por detrás quería dedicarme a volverles locos a los otros  dos y me empeñé en satisfacerlos masturbando a uno mientras el otro recibía un buen mamazo.
No sé si era por excitación o celos, pero cuando chupaba a Toni, este me cogía de la cabeza y me apretaba fuerte contra él. Esto hacía que se me escapasen las lágrimas haciendo que se corriese el rimmel y me diesen arcadas, cada vez que conseguía sacármela de la boca dejaba un buen charquito de saliva en el suelo.

No se lo recrimino. Quizá el chico llevaba deseándome en secreto mucho tiempo y ahora le fastidiaba un poco tener que compartirme. Pero la cosa salió como salió y debería comprender que yo no soy de nadie.

Sintiéndome totalmente llena por mis tres orificios entre los miembros de uno y de otro y mis propios dedos, el cuarto orgasmo empezó a liberarse por dentro de mi ano coincidiendo casi con otro gracias a mi misma y mis dedos que frotaban el clítoris. Chocaron las dos corrientes eléctricas dentro de mí revolviéndome entera, haciéndome que casi me cayera al suelo del placer.


Me puse a gritar y a llorar como una loca con la sensación que me embargaba sin dejar que Isaak sacase su pene de dentro sujetándolo por la cadera con una mano.

Ya recompuesta del doble orgasmo permití que Isaak saliese dentro de mí y se limpiase con un rollo de papel de manos que había en la mesa.
Ellos habían estado geniales conmigo y ahora quería poner punto y final a la fiesta.

Me puse de rodillas e hice que me rodeasen los tres y sonriéndoles  me puse a chupar a uno y otro, contentando con mis manos a quien se quedaba sin probar mi boca.  Me concentraba en devolverles todo ese placer mientras oía una sinfonía de gemidos.

El primero en darme su leche fue Isaak, el pobre estaba pasándolo mal hasta que no pudo aguantarse y me regaló una cascada suave y espesa sobre mi mejilla izquierda. La crema caliente se derramaba mejilla abajo y atrapaba un poco en la comisura con mi lengua, su sabor era un poco fuerte pero resultaba un delicioso premio.
Después vino Habib, mientras lo pajeaba, su increíble aparato disparó contra mi cara un chorro enorme de semen inundándome.

Entonces solo faltaba Toni, mi querido Toni. Se resistía a correrse hasta que ya más liberada de mis otros dos amantes comencé a chupársela sin compasión moviendo mi cabeza hacia delante y hacia atrás. Noté como su polla se hinchaba un poco más de lo normal hasta que me dio todo su esperma dentro de mi boca. Se quedó con el miembro dentro unos instantes disfrutando del orgasmo, suspirando.
Después se incorporó y la sacó poco a poco. Le enseñé como abría mi boca y le mostraba el fruto de su deseo en forma líquida hacia que tanto tiempo había estado reservando para mí.

Sin apartar la vista de sus ojos, saqué mi lengua para que su nata resbalase por mi barbilla y pringase mis pechos.

Me sentí embadurnada por la leche que recorría mi piel. Me puse a restregármela por mis pechos y con mis dedos jugaba con la que tenía en la cara, probándola, pasándome el líquido blanco por los labios y la lengua.

Al rato Isaak sintió mucha prisa de repente, diciendo que su novia le estaba esperando. Recogió su mono azul marino y se fue corriendo al vestuario para irse. Le noté algo avergonzado la verdad.

Por su parte Habib hizo lo propio despidiéndose de Toni con una sonora encajada de manos y dándome a mí un besito en la frente. Se iba contento y feliz a casa diciéndonos en voz alta que deberíamos repetirlo algún día.

Nos quedamos solos Toni y yo. Me ayudó a levantarme y me acompañó a las duchas del vestuario.  Allí se quedó mirándome, en el quicio de la puerta,   fumándose un cigarro mientras yo lavaba mi cuerpo, limpiándolo de la lujuria que les había hecho que derramasen sobre mí.

Al salir de la ducha, me devolvió mis zapatos y me acompañó a la mesa donde había dejado mis cosas. Se molestó en limpiar un poco los restos de la fiesta con cuidado para que mi padre no sospechase nada.

Mi sorpresa fue cuando me dí cuenta que el vestido estaba tirado en el suelo, arrugado, manchado de ceniza, de polvo, de vodka y a saber de qué más.  Le enseñé el trozo de tela arrugada y sucia a Toni y le dije que no podía ponerme esto de nuevo para irme a casa.  Se quedó un rato pensando y cogió una precintadora que había en la mesa.

Sin que pudiese responderle, me pidió que levantara los brazos y entonces envolvió mis pechos con la cinta adhesiva, preocupándose por realzarlos y que asomase un bonito escote. Dio un par de vueltas para asegurarse que había quedado bien y acto seguido comenzó a envolverme de nuevo, esta vez a la altura de mis caderas, fabricándome una falda tira a tira mientras me daba vueltas hasta taparme un poco por debajo de la altura de mi culo. Me preguntó que qué me parecía y le dije que me encantaba el modelito, estaba hecho con más cariño y era mucho más sexy  que los que me regalaba mi padre.

Resultaba algo dificultoso andar con los muslo tan juntos, así que preferí no complicarme más poniéndome las sandalias de tacón. Metí el collar en el bolso y al darme cuenta que no me había dejado ponerme la ropa interior antes de “vestirme” con el precinto, le regalé a Toni mi sujetador y el tanga a juego de Victoria’s Secret, para que tuviese un recuerdo bonito de ese día.  Me acompañó hasta la puerta del almacén y nos despedimos con un fuerte y largo beso. Antes de salir, saqué de mi bolso el pintalabios y le escribí mi número de teléfono en el pecho junto a un corazón y le pedí que me llamase cuando quisiera que estuviésemos los dos solos la próxima vez. 

- Y entonces fue cuando te vi andando sola con ese extraño vestido.
Dijo el taxista que había prestado atención a todos los detalles de la historia que le contaba esa chica de cuerpo aniñado provocándole una increíble erección que no paraba de palpar.

- Así es, ya casi hemos llegado a mi casa, preferiría que te metieras directamente dentro del parking del edificio, así podría entrar en casa más discretamente, sin que me vea nadie. Por suerte mis padres no están en casa esta noche.
Como te dije antes, te he pagado con mi historia. No puedo quitarme este vestido fácilmente y si lo hiciera no podría volver a ponérmelo antes de entrar en casa. Pero si quieres, pasa al asiento de atrás y te daré la mejor propina de la noche. Ya verás como mi boca no se ha quedado seca después de tanto hablar.

lunes, 27 de junio de 2011

Sábado.

Es otro sábado, es otra noche, pero es la discoteca de siempre y es el Dj de siempre pinchando esa canción...
Y por primera vez, te miro y me fijo cómo te mueves, cómo tus caderas se contonean lascivamente al ritmo de la música, cómo tu cuerpo me provoca, sin que tú lo sepas. La sangre me hierve cada vez que miro el escote de tu blusa blanca y me estremezco cuando tus ojos se cruzan con los míos. Sonríes, me sonríes y sigues bailando.

No puedo esperar más, mi cuerpo me conduce sin que yo pueda controlarlo, estoy justo detrás de ti y exhalo el perfume que llevas haciendo que pierda la cabeza. Totalmente embriagado te cojo por la cintura, y tú echas hacia atrás la cabeza. -No sé quien eres, no sé tu nombre ni quiero saberlo, pero te deseo aquí y ahora. Te susurro. Y empiezo a lamer tu oreja y a dibujar líneas imaginarias con la punta de mi lengua, es entonces cuando bajo por tu cuello, que lo devoro centímetro a centímetro, exploro encontrándote los puntos de mayor debilidad, te tengo a mi merced y tú lo sabes, me coges la mano y la llevas hasta tus pechos cuyos pezones ya puedo notar muy duros, los palpo y disfruto tranquilamente, dejando tu cuello cubierto por mi saliva para encaminarme hacia tu boca, te doy la vuelta agarrándote de las caderas. Nuestras bocas se juntan en una sola para luego dejar paso a nuestras lenguas, que se abrazan dentro de éstas y también fuera, bailando una sobre la otra, lamiéndose entre si.
Sin previo aviso me despego de ti, no por sentirme saciado ni mucho menos, si no para ver como sorprendida abres los ojos poco a poco y me miras pidiéndome algo más fuerte.
Pongo mi mano entre tus muslos y poco me falta para quemarme.
-Veo que necesitas refrescarte un poco. Te digo, y cogiéndote de la mano te conduzco hacia la barra. Sin que nadie se de cuenta, robo a una camarera distraída una botella de agua y un vaso de plástico con hielo que acaba de servir. Te llevo hasta una esquina poco iluminada de la discoteca, algo apartada del bullicio, aquí la música no retumba tanto.

Te apoyo contra la pared y comienzo a desabrocharte la blusa blanca.
Cojo un cubito del vaso y lo deslizo por tus labios, lo aparto justo cuando comienzas a abrir la boca. - No, aún no. Te ordeno. Y continúo mojando tus labios, cuando ya se ha desecho bastante recorro un camino que baja por tu mentón, tu cuello, tu pecho y lo llevo hacia la izquierda, por dentro de la blusa y mojo tu pezón para luego proseguir con el resto de tu aureola describiendo una espiral, hago lo mismo con tu seno derecho y lo llevo de nuevo a tu boca. - Ahora sí quiero que lo lamas. Te digo meloso sin apartar los ojos del hielo y me quedo sacando la lengua con cara de cabrón morboso.
-Chúpalo preciosa. Es entonces cuando cierras los ojos y obediente como un corderito, accedes a que meta el hielo casi desecho dentro.
Oigo como lo muerdes y chupas los fragmentos para luego tragarte el agua de tu boca.
Noto que esto no ha echo si no que calentarte todavía más y para refrescarte cojo otros tres cubitos y los paso por tu nuca, te estremeces y sueltas un “joder” que me llega al alma y me la pone más dura si cabe.

Cojo entonces la botellita de agua fresca, abro el tapón y lo tiro, doy un pequeño sorbo y te invito a beber de mis propios labios.
Besándonos hecho agua sobre tu cara y la bebo de tus mejillas y tu cuello y de tu pecho empapado, metiéndome en la boca una de tus tetas, luego la otra, saboreando tus pezones, acogiéndolas con mis manos que se resbalan por lo empapadas que están.
Dejo la botella medio llena en la repisa de una columna, levanto la cabeza y dándote un buen morreo recorriéndote la boca con mi lengua te empiezo a desabrochar el pantalón mostrando así el pequeño tanga negro
-¿Y el conejito? ¿Nos hemos olvidado de dar de beber al conejito verdad? Te digo sonriente, te muerdes el labio inferior y cierras los ojos por que ya sabes lo que va a pasar, notas como estiro el elástico de tu tanga y como se llena tu entrepierna de agua fría que te inunda el pubis, empapando esa zona que ahora esta hirviendo y como acaba chorreando por tus muslos hasta tus tobillos. Gimes sin poder hacer nada, estás a mi total merced, me encanta jugar contigo de esa manera.

Tiro la botella y comienzo a acariciar tu sexo mojado no sólo por el agua, por lo que noto, lo palpo, siento el fino bello que lleva hasta tu hendidura, la repaso con mi dedo índice y se escapan de tu boca dulces gritos ahogados por la música de fondo. Con la mano izquierda encuentro tu clítoris y lo masajeo poco a poco describiendo espirales, moviendo el dedo al sentido de las agujas del reloj para luego hacerlo a la inversa, lo toqueteo bien de un lado a otro, hago que se hinche y por tu reacción sé que no lo hago mal, te tiemblan las rodillas, casi no puedes sostenerte en pie y te abrazas a mi para no caerte, entonces te doy la vuelta y te pongo de espaldas a mí, sigo jugando con tu botoncito, te bajo los pantalones a media altura de tus muslos y hago lo mismo con tu tanga mojado, ahora con mas libertad mi mano derecha te folla bien el coño, primero con un dedo y acto seguido con dos, cada vez más adentro y cada vez más fuerte y rápido gracias a la lubricación.
-¡Quiero que te corras ahora mismo, zorra! te digo violentamente mientras te agarras a mí con las rodillas flexionadas y jadeando como una perra en celo.
Comienzas a gritar cada vez más fuerte, eso me excita más ya que se qué de esta forma llamamos la atención y seguramente alguien nos lleve observando durante un tiempo.
De repente noto como tu vagina expulsa un poco de flujo, señal que te acabas de correr además por tus espasmos de caderas y tus gemidos entrecortados, jadeas mientras yo decelero la masturbación hasta que compruebo que has quedado satisfecha.

Te levanto, miro como te abrazas a mí y levantas la cabeza para abrir tus ojos nublados por las lágrimas, y me dices que ha sido estupendo pero que aún quieres más.
-Tranquila gatita, que yo aún no me he quedado servido. ¿Ves esto de aquí? Te digo mostrándote mi polla bien dura con las venas marcadas y con el capullo sacado mirándote.-Pues quiero que lo chupes. Sin vacilaciones, apoyas tu culo contra la pared y agachando la espalda comienzas a saborear mi rabo, chupando primero el prepucio y bien ensalivado pasas a introducirte el mástil tragándotelo poco a poco en cada embestida, acto seguido te cojo de los pelos como si llevases una coleta, igual que hacen en las películas porno para que se vea bien como la chupas, y empiezo a follarme tu boquita, arriba y abajo bien adentro notando que te llega a la garganta, la saco de golpe y un hilo de saliva une tu boca con mi verga.
-Lo haces bien cariño, te felicito, como una auténtica profesional te has portado.
Te incorporo, te pongo de espaldas a mi y agarrándote por las caderas, te repaso la polla ente tus nalgas, cojo tus muñecas y hago que te apoyes en la pared. Un brazo mío te rodea la cintura y encaminando el rabo, con la otra mano lo introduzco en tu coño, lo meto hasta el fondo de una sacudida de mi cintura contra tu culo.
Me acerco a tu oído y te susurro: -Vas a ver lo que es bueno...
Culeando sin parar y acelerando mas el ritmo te doy pequeños azotes en tu trasero que hace que grites poniéndome más cachondo, mi polla entra y sale a placer en un conejito tan bien lubricado como el tuyo, haciendo que cada embestida sea más fuerte que la anterior. Mientras la meneo dentro de tu coño y la saco poco a poco, para volver a marcar el ritmo de mis pollazos, agarro de nuevo tu pelo para que te sientas como mi yegua y sigo azotándote ahora bien fuerte. -¡Grita! ¡Grita!, creo haber visto un hijo de puta que nos esta observando mientras se palpa el paquete, le estás poniendo a cien nena.
Estamos los dos fuera de si, follando como locos, totalmente idos de lo que pasa a nuestro alrededor, me agarras por el muslo con fuerza pidiéndome que lo haga más y más fuerte, durante un tiempo mi polla sale y entra tan rápido de ti, que no sabes ya si el coño lo tienes lleno o vacío, hasta que pegas un grito un par de decibelios por encima de la música, un grito que desgarra el aire indicando así tu segundo orgasmo. No tardo en acompañarte inundando tu cueva con mi leche hirviendo. Al sacar la polla de repente, tras suavizar el ritmo, un poco de mi semen se escapa de tu raja y chorrea por tus muslos igual que hizo antes el agua.
Te doy la vuelta y te abrazo contra mi pecho, noto como nuestros corazones parecen caballos desbocados y nuestros pulmones no acaban de encontrar todo el aire que necesitan. Nos apoyamos un momento en la pared para poder vestirnos de nuevo, tú todavía húmeda por el agua y yo por el sudor y es justo en ese momento cuando la sesión termina, encienden las luces y salimos caminando como podemos hasta la salida de la disco.
Quizá para los demás sea otro sábado, otra noche, pero yo sé que nunca olvidarás qué pasó ese sábado y esa noche.

lunes, 20 de junio de 2011

Oscar y Claudia.

La primera vez que mi vecino Oscar comió un coño fue con 14 años.  Su primer coño fue el de su hermanastra Claudia, de la misma edad que él.
Mi vecino, era en realidad solo medio vecino, ya que iba después de clase conmigo a casa de su abuela que vivía en el mismo edificio que yo, hasta que venía su madre a buscarlo después del trabajo. Oscar y yo íbamos a la misma clase, hacíamos los deberes juntos por las tardes y, si teníamos tiempo, me bajaba a escondidas una cinta vhs con alguna película porno que había grabado mi padre en Canal Plus para masturbarnos en su habitación.

Una de esas tardes, después de que me sacara una cinta camuflada de mi pantalón, me dijo que quería contarme una cosa que había hecho. Una cosa que le había gustado pero que no sabía del todo si estaba bien o mal.
Me confesó que el sábado anterior había ido a la playa con su madre, el actual novio de esta y Claudia, su hermanastra.

Claudia era una chica delgada, de pelo castaño, media melena, con unas pecas que le dibujaban la mayor parte de la cara y unos ojos verdes de chica traviesa que yo no podía evitar recordar de vez en cuando. Era delgada y casi tan alta como yo. Practicaba gimnasia rítmica en su cole.
La conocí cuando la madre de Oscar empezó a salir en serio con el padre de ella. Aunque solo la había visto tres o cuatro veces, la recordaba de forma tan nítida en mi mente que algunas noches fantaseaba con ella antes de quedarme dormido.

Volviendo al tema de la playa, ellos estaban jugando en el agua solos, alejados de la atención de sus respectivos padres, que permanecían tumbados en la arena tomando el sol despreocupadamente.  Oscar se ponía las gafas de buceo y jugaba a pasar por entre las piernas de Claudia agarrándola por las pantorrillas. Me confesó que le excitaba tocar sus piernas de forma furtiva aunque no fuese intencionadamente.

 En una de estas, cizañero como era Oscar, comenzó a salpicar a su hermanastra. Ella, harta del comportamiento abusón de él, le espetó con un sonoro "¡cómeme el coño!" Oscar paró de inmediato y se quedó con cara de tonto. Tras unos segundos sin reaccionar, mi vecino le contestó: –Por mi encantado.
–¿Lo dices en serio? –preguntó Claudia, de repente sonrojada por el valor que había demostrado su hermanastro.
–Sí, me encantaría probarlo.
En ese momento, Oscar tenía un miedo atroz de que ella comenzase a gritar escandalizada y que fuese corriendo a por su padre para contárselo todo. Pero lejos de montar un numerito, Claudia metió los brazos dentro del agua y se removió para quitarse la braguita del bikini estampado que llevaba. Sacó el trozo de tela empapado y se lo tiró a la cara a Oscar. –Venga, comienza valiente. –le retó. 

Oscar titubeó unos segundos y acto seguido se puso las gafas de buceo y se sumergió para agarrar de nuevo las piernas de su hermanastra. Esta vez la cogió firmemente por los muslos y acercó la boca a su pubis para lamer con excitación el coño de su hermanastra.

Me explicó que aunque salía a ratos a la superficie para tomar aire, volvía a zambullirse cuando veía la cara de plena felicidad de Claudia. Bajaba de nuevo y la lamía sin descanso mientras se frotaba como podía contra su pie como un perrito cariñoso haría con su dueña. La agarraba por los muslos y las nalgas revolviendo su cara contra ella. Metía la nariz dentro de su raja y la comía por dentro lo mejor que un novato en ese asunto sabía hacer. Incluso jugaba con el pulgar de una mano u otra introduciéndoselo con cuidado, más por miedo de que se quejase que por recato, ya que la excitación de Oscar era máxima en ese momento.
Y así estuvo recorriendo la estrecha hendidura de ella con la lengua, la boca y la barbilla hasta que harto de necesitar oxígeno para seguir satisfaciéndola, emergió violentamente agarrándola del culo y dejándola estirada sobre la superficie del agua se dedicó a enterrar su cabeza contra el sexo de la causante de tanto vicio.

Ella mientras no podía sino atraparlo con sus muslos y apretar fuerte contra él, estirándole del pelo, dejándose llevar por un mar de sensaciones que nunca antes había experimentado.

Al rato, Claudia sujetó a Oscar por la nuca y le empujó el coño contra la boca para que lo chupase con mas ahínco a la par que ella comenzaba a frotarse el clítoris. La chica no tardó en convulsionarse entre espasmos agitando las caderas y las piernas de forma frenética justo cuando sacó la cabeza mi amigo antes de ahogarse entre los muslos de Claudia. Ella se tocó unos instantes dentro del agua, con los ojos cerrados y mordiéndose el labio inferior, gimiendo bajo la atenta mirada de Oscar que no podía dar crédito a lo que estaba viendo. Era la primera vez que veía al natural un orgasmo femenino.

Aliviada por fin, suspiró hasta recobrar el aliento. Se sumergió un momento y sacó la cabeza del agua echando la frente hacia atrás para que el mar le peinase el cabello. Claudia le escupió un poco de agua que había en su boca dándole de lleno en la cara.

Cuando consiguió calmarse, le preguntó a Oscar: –¿Qué? ¿Sabe rico mi coño?–
Balbuceó nervioso pero consiguió responderle que sabía a agua salada y ella se rió. Cogió entonces la parte de debajo de su bikini, que había anudado a su muñeca como si fuese un coletero para no perderlo y se lo volvió a poner. Ella se abrazó a él y le susurró al oído: –Ahora no quiero que te pajees, quiero que te quedes aquí hasta que se te baje la polla y en casa te la cáscaras para mí. Quiero ver como lo haces. 
Un día te espié haciéndolo en tu habitación y me encantó. Se mordió el labio y le guiñó el ojo para luego abofetearle cariñosamente la cara.

–¿Y entonces qué? –le respondí impaciente por saber el final de la historia– ¿Te la meneaste delante de ella o no?– 
El pobre miró avergonzado al suelo y al alzar la vista me dijo enfadado: –¡Tío se te ha puesto dura pensando en mi hermana!–
–Hermanastra. –le contesté yo– Y en todo caso lo será cuando su padre y tu madre se casen. Y ahora me voy a casa que es tardísimo, mañana me cuentas si te la acabó tocando en tu cuarto o no.

lunes, 13 de junio de 2011

La ducha

Era una tarde calurosa de agosto, una tarde pegajosa incluso, una tarde de muslos empapados en sudor y de bocas secas, tan secas que se podía llegar a escupir algodón...

Fue ese tipo de tarde en la que tú abriste la puerta del cuarto de baño de aquel hotel sin aire acondicionado, encontrándote mi ropa  por el suelo de baldosas, dibujando un sendero que conducía hasta la bañera. Primero la camiseta, a continuación los vaqueros hechos una bola y por ultimo los bóxer justo a los pies de una cortina de plástico  transparente  que dejaba entre ver mi silueta desnuda empapada de agua tibia.
Te quedaste inmóvil, observando esa silueta que movía los brazos aclarando su cuerpo...
De pronto, la silueta dejo de moverse y se puso de perfil, ya no oías que tararease ninguna canción y la única música que escuchabas era la del agua cayendo por mi cuerpo desnudo. Vistes claramente como la figura de mi mano iba hasta la entrepierna y como empezaba a  juguetear con mi pene  que empezaba a hincharse por momentos.

Te apoyaste contra la pared para seguir deleitándote con el espectáculo de una forma mas cómoda  y tus ojos irradiaban deseo, comenzaste tú también entonces a notar otro tipo de calor, diferente al que llevabas soportando todo el día  y sin saber como, empezaste a palparte por debajo de la minifalda blanca de algodón que llevabas, humedeciendo ese tanga tan pequeño de color verde. Tus pezones se hincharon y marcaron tu camiseta de tirantes ajustada, ya no podías aguantarlo mas y tuviste que quitártelo todo, de un tirón abriste la cortina y  me sorprendiste desnudo, húmedo y excitado con mi polla en la mano. Te miré entera, todo tu cuerpo... tus ojos pidiendo a gritos lo que tu boca callaba, tus labios húmedos antojándose con los míos, tus pechos medio sudorosos, subiendo y bajando por la respiración entrecortada, tu vientre suave y tu pubis con algo de vello que se notaba húmedo a simple vista.

Me miraste a los ojos y me dijiste con esa voz que me pone mas que cualquier otra cosa: No quiero que acabes tu solo, yo también me siento algo sucia y necesito lavarme....

Te cogí de la mano y entraste  en la bañera, rodee mis brazos entorno a tu cuello y tu hiciste lo mismo entorno a mi cintura, notaste  la frescura del agua en mi piel y yo noté lo caliente que estabas en ese momento. Cuando nos abrazamos y nuestras bocas se unieron y nuestras lenguas jugaron a encontrarse saciaste tu sed.-Me encanta sentir eso tan duro cerca de mi.- Me dijiste cuando separamos nuestras bocas y volviste a abrir los ojos.

Sin que yo te dijese nada te arrodillaste hasta tener mi polla a un palmo de tu cara, la sostuviste firmemente con tu mano y me pediste que te mojara con el grifo de la ducha para a continuación empezar a lamerla, sacando el glande, lo embadurnaste bien con tu saliva y acto seguido te lo metiste en la boca para saborearlo mejor, y arrancándome directamente de mi pecho los primeros suspiros que oíste de mi. Mientras te iba mojando bien con agua templada, tú seguías acariciando mis huevos con una mano mientras me pajeabas con la otra y me mirabas llena de lujuria, te metiste entero el trozo de polla que aún no habías saboreado chupándolo enérgicamente y moviendo tu cabeza como si de la mejor actriz porno se tratase.

Tuve que pedir que pararas para que no se acabase aquí la fiesta, te levanté y fui directo buscando tus pechos para recorrerlos con mi boca y detenerme en la aureola y mordisquear suavemente tus pezones solo por el placer de arrancarte un suspiro, te apoye contra la pared alicatada de la bañera y sosteniendo una pierna tuya conseguí tener tu rajita  en perfecta situación para ir palpándola y masajeándola a mi antojo. Por el ritmo de tu respiración, tus jadeos, tus suspiros y la creciente humedad de tu coño,  adivinaba por donde debía tocarte, acto seguido introduje dos dedos en tu boca que chupaste sin vacilar mientras me mirabas a los ojos suplicando mas acción, y yo no quiera negártela...

Comencé un masaje por la zona de tu clítoris  que cada vez se notaba mas hinchado, me dedique en cuerpo y alma a esa zona concreta recreándome en los movimientos pélvicos como resultado de tu excitación, entre jadeos murmurabas con los ojos cerrados que no parase de acerté eso a la par que me agarrabas del pelo y estirabas con fuerza.
Me gritaste que querías polla y sacando los dedos de  tu coño  y metiéndomelos en mi boca, te torturé diciéndote que aun era pronto, me senté  en la bañera y mojándote bien la raja con  la manguera de la ducha empecé a comértelo sin miramientos recorriendo con mis labios y mi lengua todos los recovecos de tu sexo, llenándolo de agua fresca y bebiéndome todo lo que querías regalarme....

Estabas ya extasiada después de un buen rato, y las piernas casi no te sostenían ya, fue el momento idóneo para levantarme, darte la vuelta y fijando mi vista en ese culo tan bonito que tienes te dije al oído:- Ahora es cuando tomo las riendas de esto zorrita mía- Y te repasé  con mi capullo tu entrada de arriba a bajo y notaste  como empezaba a introducirse  sin dificultad alguna llenándote de repente hasta el fondo. Con una mano sobaba  a placer tus pechos y con la otra seguía masturbándote sin descanso mientras nuestros  cuerpos resbalaban entre si chapoteando el agua en cada embestida, cada vez mas rápido, cada vez mas fuerte, cada vez mas duro, mas caliente... chillando mas los dos, agarrándote de los pelos y echando tu cabeza hacia atrás para lamerte el cuello y morderlo.

El ritmo frenético de mi cintura contra tu culo no cesaba sino que además busque en penetrarte desde otros ángulos y removiendo mi polla dentro de ti para darte el máximo placer posible.
Cambiamos entonces de postura, te la saqué  de golpe te di un azote en el culo y te dije que te giraras, agarre tus muslos y te levante sin dificultad para apoyarte en la pared, te agarraste fuerte a mí y volví a bombearte mas fuerte otra vez, respirando a la vez y acompasando nuestros corazones al unísono, tenia tus tetas a la altura de mi cara y no quise perder la ocasión de volver a comerme tan delicioso fruto. No parabas de contonear tu pelvis y de gritarme que te follase mas y mas fuerte, estabas fuera de si y botando sobre mi polla  no pudiste contenerte mas y tu coño exploto en una fiesta de sensaciones que te recorrió todo tu cuerpo como una corriente eléctrica desde las puntas de los pies hasta tu cerebro pasando por toda tu espina dorsal. Fui aflojando el ritmo  hasta que cesaron las convulsiones de tu cuerpo y tu respiración  fue calmándose.

Te hice bajar y sacando mi polla todavía tiesa te pedí que me aliviases ahora a mi, volviste a agacharte para succionarme los huevos con pasión mientras pajeabas la tranca sin contemplaciones viendo feliz como estaba en tus manos. Sin poder resistirlo mas, te la tragaste entera y te avise de la ola de leche que se acercaba, la sacaste de repente y dejando tu boca abierta me masturbaste hasta que con un grito di rienda suelta a mi semen que cubrió en  un par o tres de escupidas parte de tu cara y tu boca y fue cayendo por tus pechos.

Al rato estábamos los dos sentados en el suelo de la bañera yo apoyado en uno de los laterales con tu espalda pegada a mi besando tus hombros. -Mira como estamos, necesitamos una  buena ducha. - Dijiste, y giraste tu cabeza para mirarme dedicándome una sonrisa tentadora.

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